Conectar con otras personas
De una conferencia de Tim Jackins en un taller en Beijing, China, en Octubre del 2006
Quiero hablarnos acerca de angustias que tenemos en común y de cómo ellas se interponen en nuestro camino –y, en particular, de cómo se interponen en el camino de nuestra conexión con otras personas. Algunos de los daños que tenemos en común tienen que ver con lo aislados y aisladas que nos sentimos del resto. Casi todo el mundo piensa de sí mismo o misma que es una persona muy distante o distinta. Aún teniendo relaciones cercanas, no compartimos la mayor parte de lo que tenemos en mente. Aún tenemos ideas propias que no se las contamos a nadie. Niños y niñas al inicio de sus vidas no se comportan de ese modo. Comparten todos sus pensamientos, incluso aunque ello pueda a veces irritar a sus padres y madres. Niñas y niños en sus primeros años no se sienten distantes o diferentes. Es solo cuando vamos acumulando más angustias que nos sentimos y actuamos más distanciadamente.
Cuando no hay angustias que molesten, a niñas y niños les gusta todo el mundo. A veces cuando viajo en avión, me siento cerca de niños y niñas de pocos años y tengo suficiente atención libre como para mostrarles que me gustan. Puede que me miren un momento y luego retiren la mirada, pero seguirán dándose la vuelta durante todo el tiempo que yo permanezca allí y siga mostrándome amigable. Muchas veces deciden aceptar que soy alguien seguro y se sueltan de los brazos de sus madres para meterse en los míos, mientras ellas intentan retenerlos. Deciden que soy alguien perfecto, que soy tal como ellas y ellos, y podemos pasarnos horas jugando en el avión. A veces un o una pequeña se relaja tanto que termina por dormirse en mis brazos. Su madre pone una expresión extraña, como de estar contenta, pero no entender. Dice: “ella nunca se comporta así.” Y es verdad, porque a la mayoría de las y los adultos no se nos da muy bien invitar a niñas y niños.
Solemos estar tan metidos y metidas en nuestras angustias que no aparentamos ser amigables. Damos la impresión de que no queremos que niñas y niños jueguen con nosotros y nosotras. Pero si puedes acordarte de la última vez que un o una pequeña se durmió en tus brazos, recordarás que fue uno de los momentos más bonitos de tu vida. Tienes a otro ser humano que confía en ti y, simplemente, se te entrega. Entonces recuerdas cómo es ser un ser humano.
Las angustias que no nos dejan mirar a niños y niñas de una manera amigable tampoco nos dejan mirarnos mutuamente de este modo. Casi no sabemos cómo mirarnos así. Algunas veces lo intentamos. Pero habitualmente no, debido a que nos sentimos demasiado aislados y aisladas. No es que no nos gusten las demás personas, sino que tenemos tan poca esperanza en que verdaderamente vamos a conectar con alguien que acabamos rindiéndonos. Muchos y muchas nos sentimos como si fuéramos la única persona que quiere estar cerca de otras –como si nadie más quisiera. Y puesto que esto es así, no hay razón para decir o hacer nada. Así que permíteme decirte, de manera oficial, que a todo el mundo en esta habitación le gustaría estar contigo. Cada una de estas personas querría dedicar un tiempo a estar contigo. A todas les gustaría mirarte siempre que nadie se diera cuenta. Él o ella querría sentarse y observar tu rostro durante una hora. ¿En tu caso es esto cierto? ¿Hay alguien en esta habitación a quien quisieras mirar? Levanta la mano si esto es así y echa un vistazo a tu alrededor. (Todo el mundo levanta la mano, mira a su alrededor y ríe).
Nos gustamos mutuamente mucho, sin embargo, todavía nuestras angustias nos mantienen tan distantes. Nunca habrías sabido que entre nosotros y nosotras nos gustamos si yo no te hubiera hablado de ello (risas). Seguiría siendo totalmente cierto, pero no lo sabrías. Es importante que nos gustemos tanto. A todo ser humano al inicio de su vida le gusta toda la gente, y son tan solo angustias las que impiden que eso continúe siendo así.
Parte de lo que debemos hacer en Co-Escucha es trabajar en esas angustias que nos mantienen distantes tanto entre nosotros y nosotras como de otra gente. Necesitas saber que a tu co-escucha le gustas. Hay un montón de angustias sobre las que no hablarías si desconoces esto. Todos y todas necesitamos tener la certeza de que le gustamos a alguien. Puedo afirmarte que eso ya es cierto, no obstante, tenemos trabajo por hacer para ponerlo en funcionamiento entre nosotros y nosotras. Tenemos mucha vergüenza por enfrentar. Mira ahora a tu alrededor y sonríele a alguien como si te gustara. Vas a sentir cómo esa vergüenza comienza a vibrar. Ahí tienes por delante horas y horas de risas, y es importante que consigas reírte todo ese tiempo. Aparecerán también un montón de otros sentimientos. Habrá un montón de lágrimas. Todos y todas nos hemos sentido tan distantes, y sabemos que ha sido un error. Hay una enorme tristeza en el hecho de haber tenido que vivir de esa manera –haber estado cerca de personas que nos gustaban, pero no conseguir estar realmente conectadas con ellas.
Tenemos que estar tan conectados y conectadas como queramos. Ello conlleva dos cosas: una, la decisión de trabajar sobre esta angustia, sacar al descubierto esta área que habíamos mantenido tan tapada y oculta, y después la otra, un montón de desahogo en sesiones.
Muchos y muchas nos hemos rendido ante el hecho de tener una conexión mayor con las demás personas. Lo hemos intentado tan a menudo y nos ha supuesto tanto desánimo que ahora sentimos que intentarlo de nuevo y fracasar nos abatiría. No lo vamos a intentar de nuevo; sentimos que es algo demasiado duro. Así que tiramos adelante cada uno y cada una por nuestro lado y dejamos de buscar la conexión con otras personas para vivir la mejor vida que podamos. Puede que tengamos buenas relaciones y familias, sin embargo, no estamos suficientemente conectadas y conectados. Nos asusta pasar de un cierto punto.
Una de las razones por la que nos asusta pasar de ese punto es que sentiríamos las antiguas, que las sentiríamos como insoportables: lo cual sería, sencillamente, demasiado. Realmente no lo son, sino que es así como las sentimos. Pienso que la verdadera definición de insoportable es sentir esas angustias y que no se permita desahogarlas –tener que sufrir por ellas. Cuando ponemos nuestra mirada en esas angustias, las sentimos como insoportables, hasta el momento en que comenzamos a desahogar. Una vez que el desahogo empieza, eso es diferente: las cosas comienzan a cambiar y no sentimos como si estuviéramos allí atascadas o atascados. Y Una vez que las cosas empiezan a cambiar, podemos comprender porqué hacemos este trabajo.
Estas angustias se interponen en todas nuestras relaciones. No quiero decir que no tengas buenas relaciones, porque sí las tienes. Tan solo digo que limitan todas las relaciones y, en particular, aquéllas que mantenemos entre las y los co-escuchas. Como decía esta mañana, Co-Escucha supone una relación muy personal. Y cuando pasas años haciendo sesiones con alguien, construyes una relación muy importante. Para muchos y muchas, nuestras relaciones de Co-Escucha son de las más importantes en nuestras vidas. Hay personas con quienes he hecho sesiones durante treinta años y nos conocemos muy bien. Nos ayudaríamos con cualquier dificultad que tuviéramos. Cuento con mis relaciones con estas personas para que me ayuden con mi perspectiva sobre el mundo.
Nosotras y nosotros necesitamos oportunidades para crear relaciones cada vez más cercanas dentro de Co-Escucha. La cosa más importante para que el desahogo ocurra de manera fácil es tener a alguien en quien podamos confiar. Tenemos todo tipo de ideas diversas sobre cómo ayudar a la gente a que use el proceso de desahogo, pero todas ellas se apoyan en esto: un o una co-escucha a quien su participante le importa, y que puede mostrar eso cada vez más abiertamente a medida que las dos personas desarrollan su relación. Algunas veces esto es todo lo que necesitas como participante: mirar y ver a alguien prestándote atención. Repentinamente, las cosas afloran en tu mente y comienzas a hablar de asuntos sobre los que no habías hablado durante años, y entonces las lágrimas empiezan a caer; tan sólo porque hay suficiente seguridad y alguien que te muestra suficientemente que le importas.
Este es el fundamento de toda sesión y grupo de apoyo. Éste es el importante recurso que todo co-escucha lleva a una sesión y que todo participante debe atreverse a notar. A algunos y algunas participantes nos asusta darnos cuenta de la presencia de nuestros escuchas, así que no les miramos realmente y le contamos historias al techo, mirándoles únicamente dos veces en una hora. Tenemos miedo. Como participantes tenemos que atrevernos a darnos cuenta de que hay alguien a quien importamos. Debemos desafiar[1] nuestro propio aislamiento. Cuando somos escuchas tenemos que llegar a nuestros participantes, y cuando somos participantes tenemos que atrevernos a mirar y ver el amor de nuestros y nuestras escuchas.
Parece que todas las sociedades impulsan el aislamiento en su población. Hace un par de años estuve en un sitio donde la gente, incluso personas cercanas y que se trataban con atención y cariño, se mantenían a esta distancia cuando hablaban. Era el mismo material angustioso. Su versión particular de ello era que cada una de estas personas sentía como si su existencia fuera por casualidad. No podían encontrar una sola razón por la que estuviesen aquí. No podían ver que estuvieran conectadas con alguien de tal manera que fueran importantes para esa persona. Simplemente estaban aquí y cada una de estas personas debía entender esto por sí mismas. Realmente no podían percibir que alguien quisiera que ellos y ellas existieran. Así que, en una de las mini-sesiones, les propuse que preguntaran a su escucha lo siguiente: “Si tuvieras el poder de volver a crear mañana todo el universo, ¿estaría yo en ese universo?” No “¿Sería yo importante?”, sino “¿Me has visto con la suficiente claridad como para que yo exista en tu universo? Si mi existencia estuviera totalmente en tus manos, ¿elegirías que yo existiera?” Se hacía evidente que no estaban seguras y seguros (risas), y está claro que eso también sucede con muchas otras personas de muchos otros lugares. Hasta ese punto nos empuja a distanciarnos entre nosotros y nosotras la angustia.
Traducido en País Vasco en Marzo de 2007 por: Juan Manuel Feito y Emilen Castro.
Present Time 146, p. 62