Desahogando nuestro camino hacia la Liberación Puertorriqueña
En Julio del 2005, fui al cuarto Taller sobre Construcción de la Comunidad Portorriqueña de Co-Escucha, en Aguas Buenas, Puerto Rico. Éste es un informe del mismo:
Cuando volamos allá, la isla estaba tan linda como siempre. Judith Colón, la Persona de Referencia Internacional para la Liberación Portorriqueña, nos recogió. Ella vive en Puerto Rico durante los veranos, pero pasa la mayor parte de su tiempo en el Bronx (Ciudad de Nueva York), como yo, trabajando en el sistema educativo público, igual que yo. Judith nos contó que había una huelga de camioneros y que por eso no había gasolina. Toda la isla estaba asustada.
Mientras conducíamos hacia el taller, miré hacia las verdes colinas que nos rodeaban. La vegetación era exuberante y cerrada. Judith explicó que el verano estaba siendo lluvioso. Sentí el aire cálido en mi cara tal y como solo lo puedo sentir en mi país.
Viajaba con otras dos personas co-escuchas de Nueva York, una de ellas mi madre. Como no me siento cómodo haciendo sesiones con ella, no había participado en ninguna de las minis del viaje. Necesitaba desahogar.
Debido a la situación de huelga y falta de gasolina, la Guardia Nacional estaba en la calle, blandiendo sus enormes armas. Había una enorme presencia policial. Judy le dijo a mi madre que le recordaba a los años setenta, cuando estuvieron juntas en el Partido Socialista de Puerto Rico y hubo mucha represión. Mi madre dijo algo como “Eso es lo que es el colonialismo: una crisis constante”.
Una relación colonial es aquélla basada en la explotación: un país rico roba la riqueza de un país más pobre. Puerto Rico fue una colonia de España hasta la llegada del siglo veinte, cuando fue “cedida” a los Estados Unidos, tras la Guerra española-americana. Si bien el término oficial que se da a la relación actual entre los Estados Unidos y Puerto Rico es “Estado Libre Asociado de Puerto Rico” o la “Commonwealth de Puerto Rico”, Puerto Rico es, en esencia, por la relación económica, una colonia de los Estados Unidos.
Las grabaciones de angustia que deja vivir bajo el colonialismo han pasado de generación en generación. Permanecen y confunden a toda la población portorriqueña –en especial a la de clase trabajadora. Nos dejan con sentimientos de ser pequeñas/os, tontos/as, insignificantes y de estar asustadas/os.
Llegamos a Aguas Buenas, la ciudad de montaña en la que se desarrolló el taller. Para entonces yo ya tenía muchos sentimientos. Me sentía “hundido”.
Para mí puede ser duro ir a Puerto Rico o estar con gente Latina o en países latinos. Por lo general, me siento fuera de lugar y como si no estuviera a gusto. Esto proviene de la opresión del racismo en el que crecí como trabajador Nuyorican (portorriqueña/o crecida/o en Nueva York, que se siente más en casa en Nueva Cork). También tengo muchos sentimientos acerca del español, que es mi lengua materna (la hablé con dos, tres y cuatro años), pero que se me arrancó cuando entré en la Escuela Infantil y sentí la presión asimilatoria por adaptarme e integrarme.
Mi padre es un Nuyorican del Bronx; mi madre nació en Cuba y se trasladó a Nueva York a los catorce años. Tanto él como ella tienen sus propios daños tempranos dejados por el racismo y el colonialismo –acerca de su lengua, sus mentes, su gente, cuánto pertenecen al lugar en el que están, etc.-, daños que me pasaron sin darse cuenta.
La angustia de mis padres acerca de la lengua hizo que nunca habláramos español en nuestra casa. Tengo sentimientos de rencor, vergüenza y humillación por desahogar acerca de mi español (a pesar de ser en realidad lo bastante bueno como para comunicar la mayor parte de lo que quiero decir).
Hay un hecho del que mi madre me ha hablado que no recuerdo. Dice que pronto, tras empezar la escuela, un día le dije a mi profesor/a con un tono enfadado “Tú inglés; yo español”. He usado estas palabras como dirección en mis sesiones. Muy dentro, estoy todavía furioso por no tener mi lengua.
Así que las cosas fueron difíciles en el taller. El hecho de que mi madre estuviera allí hizo aún más duro para mí arriesgarme a hablar español. Fue difícil mostrarme. Y hubo algo más sobre lo que no había pensado por completo antes de decidir ir al taller. La Comunidad de Co-Escucha portorriqueña es pequeña y bastante joven. Las y los co-escuchas portorriqueñas/os de Nueva York íbamos a participar en el taller para dar nuestro recurso y atención como escuchas. En otras palabras, estaba para hacerme cargo de la situación y desahogar lo que necesitara con el fin de poner mi atención en el presente –no para sentarme y esperar hasta que alguien descubriera que lo estaba pasando mal.
En total, estuvimos trece personas en el taller. Cinco éramos de la ciudad de Nueva Cork, una de Washington, DC, pero había crecido en Puerto Rico; una de California, y el resto del grupo había crecido y estaba viviendo en la actualidad en Puerto Rico, aunque algunas y algunos habían vivido durante algún tiempo en los Estados Unidos y habían aprendido Co-Escucha allí. La gente era de todos las clases: desde criada en la pobreza hasta de clase propietaria. Varias personas se identificaron, en términos latinoamericanos, como blanca. Algunas personas se identificaron como africanas y una como de herencia negra y mixta.
La líder, Yara Alma-Bonilla, fue una de las primeras personas que conocí en el taller. Ella y sus hermanas, Leyka y Yahyra, eran todas de mi misma edad. Su madre Isabel también estaba allí.
Jimmy y Luis, de Washington, DC, eran los únicos otros chicos del taller. Tras hacer una mini con Jimmy me sentí un poco mejor. Desahogué acerca de mis angustias con la lengua. Encuentro que es útil en un taller desahogar directamente los sentimientos que están impidiéndome ser yo mismo. Esto me permite estar de verdad presente y usar el taller de manera eficaz.
Tras decirnos que el tema del taller sería la cercanía, Yara habló sobre lenguas. Habló en castellano –despacio y claro y con gran inteligencia, por lo que me fue fácil entenderla. (Creo que puedo apreciar la belleza de mi lengua de un modo que no sería capaz de hacer si hubiese crecido hablándola).
Yara dijo que no era útil corregirnos mutuamente, tanto en castellano como en inglés, y que no lo hiciéramos. Ella dijo luego: “cada cual tenemos que decidir por nosotros y nosotras si hablaremos en inglés o castellano y cuándo y cómo”. La mayoría podíamos hablar inglés de manera fluida. Sólo otra persona y yo no hablábamos en español con facilidad, si bien la otra persona hizo un valiente esfuerzo y lo hablaba bien.
La charla de Yara y algunas mini-sesiones más me ayudaron a tener atención en el presente. Recordé que no era necesario sentirme mal conmigo, ya que era una pérdida de tiempo y energía. Desde luego, sentirme mal conmigo por no ser suficientemente Latino sería dejar que la opresión ganara. Sería culparme a mí mismo por el resultado de salvajes fuerzas históricas que, por supuesto, no fueron mi culpa. Sería permitir que la opresión externa, el racismo que construye el imperialismo estadounidense, se interiorizara en mi mente. Mientras escribo esto, me choca de nuevo lo absurdo que es. Rehúso dejar que gane el imperialismo estadounidense. Un/a co-escucha a quien quiero usó esta frase una vez como dirección contra esa cruel confusión: “¡Me rehúso!”.
El taller continuó. Luché mucho contra mi angustia y lo hice bien. Por suerte, podía observar una imagen maravillosa del valle y, a lo lejos, el mar. Los colores iban del verde oscuro al rojo brillante, pasando por cien tonos de azul. Era difícil estar hundido, estando rodeado por esa hermosa realidad.
Recordé que mis sentimientos de estar molesto y malhumorado eran solo sentimientos, para ser desahogados. Trabajé sobre ellos. Saqué mi atención de los mismos. Éste era mi país y ésta era mi gente. Era mi lugar. Barbara Love, persona de Referencia Internacional para la Liberación de la gente de herencia africana, con quien no he estado nunca, parece que dio a alguien esta dirección contra la opresión internalizada (me ha llegado a través de un/una co-escucha que participó en un taller para la liberación negra): “Intentaron separarnos, pero no lo lograron”. He llorado muchas lágrimas esperanzadas usando esa frase.
Lo más destacado del taller para mí fue conectar con Leyka y Yahyra, dos portorriqueñas jóvenes adultas, algunas rondas que hicimos para hablar de una de las cosas que las gentes de Puerto Rico habían hecho durante el pasado año de las que estábamos orgullosos/as, y algunas charlas en castellano sobre teoría básica a partir de La Lista, libro de Harvey Jackins que él describió como “todo lo que sé acerca del Proceso de Reevaluación (y el mundo) hasta la fecha”.
Otra cosa destacada fue mi grupo de apoyo con los otros dos chicos, Jimmy y Luis. Me sentí segura y cómoda ahí, como si pudiera ser yo mismo y trabajar en lo que necesitaba. Para nosotros, los hombres, los hombres de color, es maravilloso desahogar con otros hombres. Podemos trabajar por completo en maneras que quizá no podríamos hacer, o que quizá no tendría sentido hacer, si hubiese mujeres. En uno de nuestros encuentros desahogamos sobre la opresión de los hombres, algo excelente en el contexto de ser portorriqueños en Puerto Rico.
Este taller fue con claridad puertorriqueño. Cuando hicimos la limpieza o pasamos tiempo relajado juntos, la música fue española –salsas, boleros, merengue. En nuestras rondas y debates, nuestras maravillosas mentes humanas celebraron y brillaron con cualidad portorriqueña. Por la noche, a través de mi ventana, las coquís (ranas portorriqueñas) me llevaron al sueño con sus cantos. Es difícil describir la esperanza de hacer sesiones en las montañas de este país isla. A pesar de ser una colonia, está lleno de orgullosos/as y valientes portorriqueños/as. Incluso aquellas/os portorriqueñas/os más confundidas/os han mantenido alguna pieza de lo que es real acerca de ellas y ellos como seres humanos; de alguna manera, saben que no son estadounidenses.
El domingo Yara habló acerca del capitalismo, para decir que luchar por estar más cerca es un ataque frontal a este sistema opresivo, que depende de que la gente permanezca desconectada y aislada entre sí, para que así su fuerza de trabajo pueda seguir siendo explotada. Como Tim Jackins dijo hace poco, no toleraríamos esta opresión si estuviésemos cerca y conectadas/os. Yara abrió la clase al debate y casi todo el mundo compartió sus ideas. Yo mencioné cómo el capitalismo convertía en objetivo de una manera concreta y cruel a la gente joven adulta, golpeando la conexión y esperanza que como niños/as y jóvenes conocemos y tenemos de manera natural.
Tras el taller, me quedé un día más en Puerto Rico. Pasé tiempo con Yara, Leyka (su hermana) y Aya (un/a co-escucha de California). Hablamos y hablamos. Nuestras mentes conectaron. Reímos. El sol se puso sobre San Juan y por la mañana hice una mini con Yara en el playa. Subí al avión y me dirigí de Nuevo a casa. Estaba cansado y eufórico, con mi mente puesta en nuestra inminente liberación.
Karim Lopez-Arrastia
Nueva York, Nueva York, USA
Traducido por Emilen Castro Oteo. País Vasco. Marzo 2006.
Present Time No. 142, p. 29-31