Desahogar nuestras angustias de manera abierta y completa
De una charla de Tim Jackins en el Taller de Liberación Negra y Desarrollo de la Comunidad, en julio del 2002.
Una de de las dificultades con la que luchamos a menudo es contra la opresión internalizada. La sociedad nos ha dañado una y otra vez y nos ha dejado confusas acerca de nosotras mismas y de las demás personas. Esto nos puede llevar a abandonarnos unas a otras, a sentirnos desanimadas, molestas y dolidas porque alguien muestra sus angustias: “saben cómo hacerlo mejor”.
Quizá todas sepamos cómo hacerlo mejor, pero así y todo tenemos alguna dificultad que superar. Saber cuál es la dificultad cambia la dificultad en sí, pero no la quita. Todavía nos confundimos acerca de las demás personas y acerca de nosotras mismas. Que alguien muestre esa confusión no es motivo para que nos sintamos molestas; lo que nos molesta son nuestras propias grabaciones de angustia. Cualquier cosa en nuestra mente que nos aleja de otra persona es nuestra angustia. Por supuesto que hay angustia también en la mente de la otra persona, pero es nuestra la angustia sobre la que tenemos el control de desahogo y de la que podemos liberarnos.
En especial, es difícil para la mayoría cuando alguien representa o actúa “nuestra” angustia. Podemos sentir como insoportable que alguien muestre lo que suena en nuestra mente, cuando estamos intentando con tanto empeño no actuarlo. Esa persona muestra esa pequeña llamita de angustia restimulada y a nosotras nos gustaría abrasarla de un golpazo con nuestros sentimientos: “tienes la versión mini de esa angustia; ¡ya te contaría yo! ¡Déjame mostrarte lo que tú podrías haber tenido!” (Risas de grupo)
Podríamos tener una pequeña competición, ¿no? ¿Quién puede mostrar la angustia de manera más clara? De alguna manera, sería útil; es útil mostrar de manera abierta lo que ruge en nuestra mente –al menos, mientras no nos lo creamos.
Hemos aprendido a cubrirlo. A menudo, nos parece que es lo mejor que podemos hacer. No podemos pararlo en nuestra mente –la furiosa batalla con nuestra angustia-, pero nos abstenemos de pasarla a otras personas. Controlamos el contagio de la angustia. No se la causamos a otras personas. Tomamos la decisión de no pasarlo. Esto es extraordinario de verdad. El hecho de que tomemos esta decisión de manera regular es un reflejo de cómo es la mente humana. Es una decisión importante. Para el contagio y nos da espacio para trabajar juntas.
Sin embargo, hay un lado desafortunado en ello: no sabemos cómo mostrar por completo la angustia en sesiones. La ponemos freno por todas partes y luego en sesión intentamos abrir por una esquina y desahogar. Es difícil así. Ya sabes cómo intentas desafiar a tu participante a que muestre por completo sus dificultades y cómo ella o él parece pasar raspando y regatear un poco. Sabes lo que ocurre ahí dentro. Hay veces en las que consigues de alguna manera crear suficiente seguridad. Quizá se necesite un grupo de cuarenta personas sólidas que presten atención para que sea suficientemente seguro como para sacarlo fuera; pero cuando ocurre, es extraordinario el espacio que le puede dar a una persona para no creerse esa angustia por mucho tiempo después.
A causa de que no hemos descubierto cómo desahogar de manera constante sobre nuestras angustias difíciles, aún nos alejamos de otras personas cuando muestran sus angustias fuera de sesión. Nos restimulamos. Sentimos que alguien nos ha decepcionado y fallado. Nos restimula que esa persona muestre “nuestra” angustia. Esto es parte de lo que la opresión internalizada hace de manera constante para impedirnos ser buenas aliadas entre nosotras. No obstante, podemos decidir que independientemente de la restimulación que tengamos, nos sentaremos juntas y lucharemos a través de ella.
Tenemos que seguir desahogando lo que nos pasó en el pasado. No es suficiente trabajar sobre lo que nos ocurre en la actualidad. Debemos mirar a lo que cargamos –los efectos de los viejos daños. Si bien intentamos con empeño no extenderlos, si no los desahogamos, nos debilitan en nuestras relaciones: nos separan y nos alejan.
Esto cambiará si nos atrevemos a animarnos mutuamente a desahogar de manera cada vez más abierta y completa las angustias que nos infligieron.
Present Time No. 131, Abril 2003, página 11.
Traducción: Emilen Castro Y Aitziber Madariaga. País Vasco. 2006