Encontrando mi camino como palestina
Desde que comencé con Co-Escucha hace ocho años, he estado desahogando y pensando acerca del hecho de ser árabe y sobre la cultura árabe en sí, la cual es predominantemente islámica aunque existe una vasta y rica diversidad étnica dentro de ella.
En un principio, el profeta islámico Mahoma les dio a los árabes una bella e inteligente dirección: no existe ninguna diferencia entre un árabe y un no árabe, excepto en la cantidad de bien que una persona decide hacer. Por lo tanto, la cultura islámica, encabezada por los árabes, buscan abrazar a un gran número de personas, sin importar su etnia, nacionalidad, clase o raza.
Ahora, después de 1500 años, el Islam se ha propagado a muchos lugares en el mundo, incluyendo África, Asia, Europa, Australia y el continente americano. Actualmente Indonesia es el país musulmán más grande que hay. Solo del doce al quince por ciento de los musulmanes alrededor del mundo son árabes. En los Estados Unidos, además de los musulmanes inmigrantes de países árabes y de descendencia no árabe, hay siete millones de musulmanes afroamericanos.
El proceso de RC árabe camina hacia adelante con entusiasmo. Once de nosotros asistimos al Taller de Liberación Asiática del Occidente y Oriente dirigido por Azadeh Khalili el verano pasado. Nos conectamos y gozamos de nuestra compañía, jugamos, sesionamos y nos dimos cuenta de que ya no estábamos solos en RC. Empezamos a ver, como grupo, hacia nuestra propia liberación.
Es fácil para los árabes ver que nuestra liberación significa la liberación de todos en el mundo. La mezcla cultural árabe incluye gente indígena, inmigrantes, cristianos, judíos, árabes con ascendencia africana, árabes asiáticos, musulmanes y muchos otros grupos e individuos de herencia mixta. Yo crecí en una familia musulmana, pero una de mis tías es monja y vive en un convento en Jerusalén.
Crecí en Palestina, bajo la ocupación. Los árabes no podían venir a Palestina y por lo general, nosotros no podíamos visitar a los países árabes ni tener contacto telefónico o por correo con ellos. Conocí por primera vez a unos árabes en Egipto cuando tenía dieciocho años, tras el tratado de Paz entre Egipto e Israel. He establecido relaciones profundas con los árabes primordialmente después de venirme a los Estados Unidos y haberme naturalizado como ciudadana americana.
Como palestina tenía acceso limitado a mi familia. La mayoría de ellos estaban, o continúan estando, en la diáspora y no podían venir a Palestina. Muchos estaban en campos para refugiados en los países árabes y muchos estaban en los países occidentales. Tengo muchos primos, tíos y otros parientes que conozco tan sólo de nombre pero a los que nunca he visto. Los palestinos están separados entre sí debido al colonialismo. Durante los últimos cien años y en particular durante los pasados cincuenta, los palestinos han sido forzados a vivir en varias sociedades diferentes. Algunos de nosotros terminamos en la Palestina ocupada donde no podíamos decir que éramos palestinos o mostrar ningún orgullo en serlo sin enfrentar un castigo. Algunos aceptaron convertirse en israelitas para poder quedarse en sus hogares una vez que el estado de Israel se estableció. Otros buscaron refugio en el país que pudieron.
Una vez que dejé Palestina, me vine a los Estados Unidos y conocí palestinos que crecieron en otros países, incluyendo Israel Estábamos unidos por una historia de mucho poder, de cómo experimentamos el colonialismo y por un apasionado deseo de estar juntos y vivir en Palestina. Sin embargo, ocasionalmente nuestras experiencias diferentes constituían un obstáculo para hacernos cercanos. Nos habíamos adaptado a diferentes opresiones y desarrollado diferentes expectativas de ser palestinos. Para tenernos el uno al otro completamente, necesitamos reconocer lo que nos pasó y desahogarlo. El ir uno hacia el encuentro del otro derriba los obstáculos del camino. Bien valen las horas de desahogo.
Cuando comenzó el Aqsa Intifada* en octubre del 2000, decidí empezar a llamar a los co-escuchas palestinos en las poblaciones cercadas. Debido a que crecí allí y experimenté la guerra, los toques de queda y los encierros, sabía que podía escuchar a la gente en las poblaciones ocupadas y darles excelentes contradicciones. También sabía que los palestinos bajo la ocupación se sentían tremendamente solos y tenían pocos aliados comprometidos a terminar su opresión. Tan sólo el llamarles desde afuera haría una gran diferencia.
Realicé muchas llamadas y funcionó bien por algunos meses. Sin embargo, había caído en un patrón cultural— trabajar como “mártir”—lo que significaba el hacerlo todo sola, ¡hasta la muerte si fuese necesario! Los palestinos admiran mucho a los mártires (hay tanta desesperanza acerca de tener un juicio justo mientras esté uno vivo). De allí que yo no podía quejarme de luchar o hacer demasiado.
El sexismo internalizado sólo agravó este patrón. Conducido sin darme cuenta por el deseo de llegar a mi gente, había empezado a trabajar hasta que ya no pudiera trabajar más y después rendirme completamente, lo cual hice, después de un año de llamar—casi a diario durante varias horas—y sesionar con muchas personas unilateralmente. (También estaba teniendo sesiones durante una hora al día con aliados en el proyecto de las llamadas telefónicas.)
Además de escuchar a los palestinos del lado occidental, también escuché a algunos palestinos viviendo en Israel. La alegría de conectarme con ellos fue tan poderosa que decidí darles la mayor parte del tiempo unilateral. Otra vez me ofrecí completamente, el patrón de la mártir y del sexismo internalizado. Llegué a olvidar que ¡yo también soy palestina!
Aprendí que los palestinos que nacen y crecen en Israel tienen una experiencia diferente a la mía que provengo del lado occidental y que crecí bajo la ocupación. Surgieron muchas luchas para mi que fueron difícil de enfrentar. Me tuve que retirar y tener un gran número de sesiones con el propósito firme de regresar y contactarlos de nuevo, pero no en aislamiento y ciertamente no como una mártir.
Mi deseo apasionado de que sólo por el hecho de que éramos palestinos (aunque estábamos viviendo por todo el mundo y habíamos sido separados desde hace mucho) nos podíamos conectar instantáneamente y sin ninguna dificultad, demostró ser irreal. La separación crea muchas ilusiones. Forza a las personas a vivir fantasías sobre los otros. Sólo acercándose a los otros podemos ver lo que tenemos que trascender.
He estado desahogando mucho acerca de lo que nos ha sucedido y sobre el mucho trabajo que se requiere que hagamos para sanar. Con desahogos diarios, a medida que deshago mis patrones de timidez y terror congelante, una rabia largamente abandonada sale a la superficie. Gradualmente me estoy liberando para poder estar orgullosa de mi misma como una palestina poderosa (orgullo que había sido congelado por el miedo de ser asesinada si lo demostraba). Estoy en mejor capacidad de continuar teniendo esperanza, aún si algún palestino en particular es asesinado o derrotado. Gradualmente estoy liberando mi habilidad de iniciar la acción. He pasado un año desahogando en la dirección de conectar nuevamente con mi gente—desde la realidad de que les quiero y de que estoy dispuesta a acercármeles, pero valorándome primero a mi misma y mi liberación, ya que soy la palestina a la que tengo mayor acceso. He podido conectarme nuevamente con mi gente desde esta nueva postura. ¡Es un triunfo de liberación y aprendizaje! Y el proceso sigue llevándose a cabo.
Como palestinos, nuestra prolongada separación hace que nuestros encuentros sean alegres y cargados emocionalmente. Cuando nos encontramos los unos con los otros, es como si hubiésemos encontrado un hogar de verdad. Nos enfocamos en eso porque nuestra lastimadura más grande ha sido el no tener un hogar donde podernos reunir, conocernos y amarnos los unos a los otros, vivir nuestras vidas y donde desarrollar nuestra cultura y nuestros sueños.
Nuestra urgencia de estar unos con los otros y juntar las piezas de un hogar para nosotros a través de duplicar nuestra cultura, nos hace no poner atención a los patrones culturales que hemos considerado como el fundamento de nuestra cercanía. El estar juntos contradice la separación y el racismo que la mayoría de los palestinos enfrenta cada día, pero algunos de los patrones culturales que duplicamos no son necesariamente buenos o racionales. Por ejemplo, la cultura árabe no alienta a los individuos a pasar el tiempo solos o a imponer fuertes limites personales o a hablar sobre nuestras luchas. Se nos alienta a dejar nuestras luchas en manos de Dios y a decirles a los otros que todo está bien. Esto crea un sentimiento de aislamiento, a pesar de estar en un grupo.
Ha sido un proyecto maravilloso y substancial para mi el sesionar con un gran número de árabes y palestinos y para discernir lo que debe permanecer y lo que debe de irse.
Debido a que muchos de nosotros somos de herencia mixta y debido a que hemos vivido toda nuestra vida en una diversidad de culturas, necesitamos escucharnos bien los unos a los otros para comprender la opresión internalizada, las debilidades y las fortalezas que cada uno trae al grupo de RC. También necesitamos apoyar todo lo que sea racional, hermoso y que nos reúna con facilidad como árabes. El sesionar con un gran número de aliados que no son árabes me ayuda a mantener una buena perspectiva.
Estoy muy complacida de que el proceso de Reevaluación y Co-Escucha árabe esté floreciendo y de que RC nos habilite para conectarnos completamente con nosotros mismos y entre nosotros, a resolver nuestras angustias y a examinar a nuestro mundo, historia, sueños y relaciones. Los aspectos angustiosos de nuestra cultura deben hacerse a un lado, sin importar cuanto tiempo hayan sido aceptados o vistos como la manera correcta de estar juntos. El comportamiento racional es nuestro camino hacia trabajar con poderío y con eficacia para crear un mundo maravilloso de árabes y de todos
Ibtisam S. Barakat
Columbia, Missouri, EUA
"Finding My Way as a Palestinian,"
Present Time No. 130 (Vol. 35 No. 1) January 2003, pp. 29-30.
Traducido por: Yuriria Blanco-Castillo, EUA Marzo 2003